martes, 11 de febrero de 2020

Aprendiendo sobre comunicación científica (32): redacción crónica periodística-canción

Hace unos días, para otra de las tareas del máster, tuve que convertir una canción en noticia. Ahora toca otra vuelta de tuerca: hacer una crónica (que difiere bastante de una noticia) con otra canción. De las tres que podíamos elegir, me he quedado con Cruz de Navajas, de Mecano. Sí, de niño escuchaba bastante Mecano, qué pasa ;)



Nota: Ya había leído la intrahistoria de esta canción de Mecano, aunque ahora no recuerdo dónde ni localizo la fuente. He encontrado esta página en la que se cuenta parte de lo que ya sabía y dan otros detalles que desconocía y que no he podido confirmar. En wikipedia cuentan parte de la historia también.

La crónica es un género periodístico que deja bastante libertad en la redacción. Informas, pero también interpretas, das un toque personal y dejas cierta huella, aunque nunca opinas. A continuación, mi crónica de Cruz de Navajas. Si le veis cierto toque algo morboso o sensacionalista, está hecho aposta: por cortesía de la novela que ahora estoy leyendo (El gran frío, muy recomendable) he imaginado que escribía la crónica para un periódico similar a lo que fue El Caso en los años 50 del siglo pasado.


Las 'dos muertes' del joven de Malasaña: nada era lo que parecía  

El asesinato de Mario Postigo, el joven que perdió la vida a navajazos hace dos días como informó este periódico, está haciendo recordar a muchos de los vecinos del barrio de Malasaña, en Madrid, algunas de las vivencias que ocurrían en sus calles allá por los años 80, en plena Movida.

Mario, de 23 años, murió anteayer desangrado, tras sufrir varios navajazos mortales en el torso y el abdomen, en presencia de su pareja, María Arcos, en una acera situada junto al número 15 de la calle Espíritu Santo, a escasos metros del portal en el que hace poco más de 20 años fue hallado sin vida Enrique Urquijo, cantante de Los Secretos y santo y seña del boom cultural y musical de la década de los 80 en Madrid. Al cierre de la edición de ayer, y tal y como informaron la mayoría de medios, la Policía buscaba como posibles autores del crimen a otros dos jóvenes, conocidos en el barrio por consumir y trapichear con drogas.

Pasadas 24 horas, la historia ha dado un vuelco que este periódico está en disposición de contar antes de que lo haga la propia Policía. La historia de Mario bien la podía haber cantado el propio Enrique Urquijo. Según cuentan los vecinos del barrio, la vida del joven era muy parecida a la de muchos veinteañeros de los años 80.

Era camarero en el 33, uno de los bares situados en la calle de la Palma, a un par manzanas de su domicilio. Vivía con María, pero ambos compartían ocasionalmente su pequeño piso con amigos "músicos y artistas", un piso que era ocasionalmente una comuna social y cultural. Tanto él como María tocaban en un grupo de música. Su estilo de vida, definido muchos de sus conocidos como "bohemio, desenfadado y algo desenfrenado", le llevaba a apurar las noches, dormir por las mañanas y callejear por las tardes. No ocultaba su consumo habitual de drogas. Era muy conocido en el barrio y, pese a su forma de vida "algo alocada", Mario no tenía aparentemente problemas con nadie. Como María, era uno más.

Algunos vecinos y amigos comentan que su relación con su pareja no pasaba por su mejor momento, un detalle que podría pasar por intracendente. Una de las amigas de María, que prefiere no identificarse pero cuya declaración ha sido validada por fuentes policiales, explica que la "vida nocturna y descolocada" de Mario estaba afectando a María, que desde hace unos meses trabaja en unos grandes almacenes.

Los horarios y el ritmo de vida de la pareja habían dejado de coincidir y María, que antes trabajaba en el mismo local que Mario, "no se acostumbraba al cambio y quería que su chico buscara otro trabajo". Esta amiga comenta que "ella estaba pensando incluso en dejarle: no aguantaba que llegara de día, no se levantara hasta bien entrada la tarde y apenas la hiciera caso". Según parece, quería dejar atrás esa vida 'ochentera' a base de barras de bar, madrugadas sin fin, 'bolos' musicales, colegas invasores de su espacio y consumo de drogas.

Imagen de archivo en las inmediaciones del lugar del asesinato,
 en el madrileño barrio de Malasaña

Un testigo anónimo y una confesión

María tiene en esta historia un papel más protagonista del que parece. Igual que en los años 80, las cosas no son lo que parecen. Mario acabó apuñalado y, pese a que María avisó a una ambulancia y la Policía acudió rápidamente, falleció en plena calle. Esa era la noticia ayer; hoy es muy diferente, gracias a las novedades en la investigación que manejan los responsables del caso.

Según ha podido saber este periódico, la declaración de María, sumado el hecho de no saber nada de los dos sospechosos, hizo sospechar a la Policía, que ha contado en las últimas horas con las oportunas declaraciones de un testigo anónimo que han desencadenado que María cambie por completo su declaración. Tras ser interrogada por la Policía, ha confesado estar relacionada con la muerte de su pareja.

María había declarado en un principio que, como en otras ocasiones, estaba en la calle esperando a su pareja, que solía llegar a casa sobre las 6 de la madrugada. Aunque aún faltaba tiempo para su llegada, había bajado al portal a fumar un par de cigarros, ya que "estaba desvelada". Según se ha sabido hoy, la declaración del testigo anónimo ha conducido a la confesión final de María, que efectivamente vio la muerte de su pareja en vivo y en directo, pero no como ella había relatado inicialmente.

No fue ella la causante de las puñaladas que acabaron con la vida de Mario, pero ocultó a la Policía lo que realmente había sucedido en la calle Espíritu Santo hacia las 5 de la noche. ¿Quién es el asesino, entonces? No los dos drogadictos, que ni siquiera parecen existir, sino otra persona que estaba con María cerca de su portal cuando Mario llegó a las inmediaciones de su casa, y que ahora está en busca y captura.

De nuevo aroma a los años 80 y 90: fue una redada policial en el 33 la que pudo desencadenar involuntariamente la muerte de Mario. La Policía había desalojado el local una hora antes del cierre, tras acudir al bar avisados de una pelea, por lo que el fallecido volvió a su casa antes de lo normal. Al acercarse a su portal, según ha relatado a la Policía el testigo anónimo y ha confesado posteriormente María, el fallecido se encontró con su pareja en la calle, tal y como había relatado ella. Pero no estaba sola ni esperándole: María estaba con otro hombre (la Policía baraja la posibilidad de que fuera otra mujer, según confirman fuentes cercanas al caso). Ambos estaban abrazados.

Mario se encaró con los dos. El testigo anónimo, cuya versión ha sido finalmente confirmada por la propia María, relató a la Policía que comenzó entonces una discusión que varios vecinos escucharon y a la que restaron importancia porque "las conversaciones a gritos no son extrañas por aquí los fines de semana por la noche". En un momento, Mario y la persona que acompañaba a María sacaron dos armas blancas y se enfrentaron.

El final ya era conocido ayer: varios navajazos acabaron con la vida de Mario. Hoy hay nuevos datos: tras el suceso, el asesino (quizá asesina) huyó y María se refugió unos minutos en su casa, antes de llamar a una ambulancia, bajar de nuevo a la calle y esperar junto al cuerpo de su pareja la llegada de los agentes.

La Policía ofrecerá una rueda de prensa a lo largo del día de hoy para explicar el desarrollo del caso. Del presunto asesino aún no se sabe nada, aunque los agentes confían en que María pueda aportar alguna pista al respecto. En los próximos días se conocerán más detalles de una historia en la que, como pasaba en los años de la Movida madrileña, las apariencias ocultaban mucho más de lo que sugerían.


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