viernes, 13 de diciembre de 2019

Aprendiendo sobre comunicación científica (13): análisis de la tercera cultura de Snow y Brockman

La asignatura de Epistemiología me está resultando algo compleja, pero la historia de las dos culturas de Snow, su anuncio de una tercera cultura y el desarrollo de Brockman de esta idea me está resultando apasionante. Aquí analizo los contrastes entre la tercera cultura que bosquejaba Snow y la que observa y propone Brockman.

Asignatura: Epidemiología de la ciencia
Tarea 7. Texto comparativo (Snow y Brockman)


La dicotomía que presenta C. P. Snow entre científicos y literatos en su obra Las dos culturas puede denominarse de muchas otras maneras. Es la clásica y muchas veces equivocada división entre ciencias y letras, pero también es la falta de comprensión entre científicos y no científicos, entre investigadores y humanistas, entre ciencia y arte. Más allá de todo el debate en el que se puede insistir sobre la incomprensión entre ambas culturas, la tarea pide centrarse en la aparición del concepto tercera cultura, propuesto por el propio Snow en la revisión de la obra en la que presentaba el enfrentamiento entre ciencia y literatura y posteriormente desarrollado y concretado por Brockman.


Uno de los problemas para comparar y contrastar las caracterizaciones de tercera cultura que hacen ambos autores es que Snow apenas la bosqueja. Deja caer que en la década de los 50 y los 60 del siglo pasado ya se estaban creando y tendiendo puentes entre ambas culturas, lo que podría favorecer la aparición de una tercera que favoreciera el mutuo entendimiento, pero no define cómo sería esa tercera cultura ni quien la comandaría y representaría. Sí dejó una frase para el debate: “Sólo hay una solución para esto y es, naturalmente, el replanteamiento de nuestros planes de enseñanza”. Como él mismo admite en la revisión de su obra, dejó factores fuera de la ecuación, y además barrió mucho para la interpretación exclusivamente británica de la cuestión.

Según sugiere Snow, podrían ser humanistas, sociólogos o filósofos quienes formaran la tercera cultura, aunque también podría tratarse de un nuevo ‘tipo’ de científicos, más cercanos a la sociedad y al humanismo, con mayor foco en la trascendencia social y vital de la ciencia. Abre la puerta al científico divulgador.

Vista la indefinición de tercera cultura que deja Snow, posiblemente a Brockman le fue más sencillo desarrollar el concepto según como él lo entendía, y hasta se permitió una breve definición bastante acotada, aunque tampoco de lo más precisa: “Reúne a aquellos científicos y pensadores empíricos (1) que, a través de su obra y su producción literaria, están ocupando el lugar del intelectual clásico a la hora de poner de manifiesto el sentido más profundo de nuestra vida, replanteándose quiénes y qué somos”.

Influido por su trabajo y su concepción de la ciencia y la sociedad, Brockman considera que son los propios científicos quienes pueden y deben tender los puentes, acercándose al humanismo y valiéndose de una interpretación artística y literaria que les permite trasladar su labor a la sociedad. No sigue exactamente las sugerencias de Snow, ya que se centra en la labor de científicos ‘divulgadores’ en una concepción primaria de este término, dejando de lado la posible labor de humanistas, literatos y artistas en su concepción clásica.

La ciencia se reinventa 

Así, serían los propios científicos, reinventados, los dueños de esta tercera cultura, y no tanto una conjunción de científicos y humanistas como parecía proponer Snow. En cierta manera, se prescinde de posibles intermediarios.

Puede interpretarse que Brockman deja la advertencia de una posible ‘burbuja’ en esta tercera cultura, que también podría ser elitista y excluyente, generando un elitismo entre estos ‘nuevos’ científicos que excluya otras posibles aportaciones humanistas. La generación de una ciencia más accesible, reinventando la tradición intelectual, podría esconder de forma paradójica cierto hermetismo. De hecho, deja caer que la cultura científica podría caer en elitismo al denostar a quien comunica y transmite de forma llana y sencilla 

Para acabar, me gustaría destacar que Brockman cita de forma específica la importancia de los periodistas científicos, otro de los posibles componentes de esta tercera cultura 

jueves, 12 de diciembre de 2019

Aprendiendo sobre comunicación científica (12): análisis del sistema estatal de comunicación de la ciencia

Esta entrada es larga. Aunque lo cuelgo ahora, fue el primer trabajo para Máster de Cultura Científica, en la asignatura Comunicación Institucional de la Ciencia que imparte (muy bien) Elena Lázaro, entre otras cosas coordinadora de la Unidad de Cultura Científica e Innovación de la Universidad de Córdoba y presidenta de la Asociación Española de Comunicación de la Ciencia (AECC).

Ni que decir tiene que es un análisis personal, de un alumno, ligado a una tarea formativa y que no va más allá de estos ámbitos. No soy un experto en el tema, aunque algo me defiendo.




Análisis crítico sobre el sistema estatal de comunicación científica

El sistema estatal de comunicación científica sufre, en primer lugar, de un problema de base. Históricamente, y es algo que aún se arrastra, no hay un total convencimiento de la importancia de la comunicación, algo que no sólo sucede en el ámbito científico. Tanto el sector público como el privado han tardado mucho en convencerse -si es que lo han hecho del todo- de la relevancia de comunicar de forma adecuada la ciencia, sus posibilidades, implicaciones y resultados.

Este problema de base viene, en parte, del olvido de la comunicación en el desarrollo formativo tanto de los ciudadanos como de los propios profesionales de la ciencia. Partiendo de que la educación general, tanto la infantil como la juvenil y universitaria, apenas presta atención a la importancia de la comunicación, los científicos, ingenieros, tecnólogos y demás profesionales no reciben formación específica en comunicación ni divulgación, conocimientos que son, si no necesarios, sí muy recomendables en su día a día.

De esta forma, nos hemos encontrado con el clásico problema de que los científicos -asumiendo el riesgo de generalizar- no suelen tener en mente, o al menos no solían hasta hace poco, la labor de dar a conocer a la sociedad su trabajo. La clásica torre de marfil. La clásica ‘prostitución’ de la ciencia si se hace mundana.

Por ejemplo, la comunicación y la divulgación no cuentan para la carrera científica, algo que busca revertir una iniciativa de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE), a través de su Red Divulga, y de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT). No será sencillo, pero si este documento se utiliza como base y prospera, la valoración de la ciencia será más justa. Hay vida más allá de los factores clásicos de evaluación, que ignoran la divulgación científica.

La sociedad, poco interesada por la ciencia, tampoco reclama a quien la produce que le rinda cuentas sobre sus hallazgos y problemas. Y no ha existido un interés real político, gestor o administrativo para fomentar un interés de ambas partes para comunicar o divulgar la ciencia, pese a que la Ley de la Ciencia obliga a ello.


Imagen: Forges.


La primera lectura que nos sugiere Elena Lázaro, profesora de la asignatura Comunicación Institucional de la Ciencia, tiene un tono optimista sobre la política científica, ya que data de 2009, justo en los años finales de bonanza, antes del comienzo de los recortes. El texto ‘Ciencia, Tecnología y Sociedad en la España del siglo XXI’, escrito por Ana Cuevas y José Antonio López, reconoce que “el avance científico [de las últimas décadas] no se ha visto acompañado de un esfuerzo comparable de comunicación y formación”.

En el problema puede estar la solución. Como señala esta misma lectura, el trinomio clásico del desarrollo científico ha sido ‘ciencia-industria-empresa’. La propuesta es cambiarlo por ‘ciencia-tecnología-sociedad’, lo cual no quiere decir que se olvide la necesidad de llevar la ciencia al mercado, sino interpretar que este fin tiene otro detrás: beneficiar a las personas, además de a la economía.

Éste es uno de los objetivos de un concepto útil y tardío, la denominada Investigación e Innovación Responsable (RRI, en inglés), que además de la participación ciudadana persigue la igualdad de género en ciencia, la ética, la transparencia, el acceso abierto a la ciencia y la educación científica. De su aplicación real depende parte de la reinvención que necesita el modelo científico; ya que este concepto aún no está consolidado, trataría de añadirle a su corpus la comunicación y la divulgación.

La cierta frustración que se notó con la Ley de la Ciencia de 1986 puede repetirse en parte con la Ley de la Ciencia de 2011. Frustración por la complicada situación de la política científica, dada la falta de inversión y las dificultades administrativas, y por el hecho de que la comunicación científica continúa sin parecer algo fundamental para gestores y políticos. Y ello a pesar del gran momento que vive la divulgación científica, acompañada del buen estado –pese a la complicadísima situación de la profesión - del periodismo científico. Probablemente nunca ha habido tan buen periodismo científico como ahora, curiosamente coincidiendo con los peores momentos de la profesión.

¿Por qué los responsables de la ciencia no aprovechan este tirón de la divulgación científica para poner la ciencia en primer plano? La creación de la Agencia SINC -agencia pública estatal de noticias científicas-  ya fue un paso muy positivo, circunscrito al periodismo pero beneficioso para la comunicación científica en general. Pero se necesitan más casos de éxito. El caso de la iniciativa Naukas, por poner un ejemplo, debería ser un espejo en el que los gestores de la ciencia se miraran. ¿Por qué no algo parecido a un Naukas público?.

En los últimos años, la ciencia está más que nunca en los medios de comunicación. Internet, radio, televisión y prensa dan cabida al periodismo, la comunicación y la divulgación científica. Por poner dos ejemplos, cada día se publican más libros de divulgación científica, y aparecen más científicos y divulgadores como colaboradores en los medios. La Administración ha hecho algún movimiento positivo en forma de inclusión de programas científicos en las parrillas, un camino que se debería seguir explorando.

Pero la comunicación no sólo debe estar en los medios. Los gabinetes de comunicación de las instituciones están muchas veces infravalorados, bien por falta de personal y de recursos, bien por falta de relevancia dentro de la estructura organizativa. La comunicación, que en su día se consideró prescindible, lleva tiempo más visible, pero aún hay la sensación de que se considera un añadido, y no algo nuclear, dentro de las instituciones y empresas.

Como bien reseña otra de las lecturas recomendadas (Impacto de los museos y las ferias científicas en España), los museos son un ejemplo a seguir, quizás la joya de la corona de la comunicación institucional de la ciencia. Especialmente en los últimos años, los museos se han convertido en la punta de lanza de la divulgación y la comunicación, bien es cierto que contando con la ventaja de que está en su ADN mostrarse al mundo. Muchos de ellos han ido por delante en uso de redes sociales, por ejemplo, llegando al público joven entre otros logros.


Imagen: Forges.


Por el contrario, buena parte de las instituciones científicas españolas han dedicado años a ocultarse, prefiriendo que no se hablara de ellas por si, al hacerlo, se hablaba mal o se sembraba la duda. Craso error. Aún sucede: poco contacto con los medios de comunicación, falta de información dirigida a la sociedad, comunicación para sus adentros, y cuanta menos exposición, mejor. Aunque hay luz al final del túnel, esto sigue sucediendo en empresas, Organismos Públicos de Investigación, ministerios…

En la cola de la pescadilla están los ciudadanos. En una de las citadas lecturas recomendadas se dice bien claro: “Igual de trascendente es un cambio en las actitudes de los ciudadanos con respecto a estos temas”. Al español medio apenas le importa la ciencia. No la comprende y no quiere comprenderla. ¿Consecuencia? No lucha por ella. El clásico ejemplo de las manifestaciones y protestas por el posible deterioro de la sanidad no tienen equivalente en ciencia: no preocupa especialmente que baje la inversión, que se pierdan recursos humanos o que se cierren equipos y líneas de investigación (entre otras cosas porque ni se sabe).

Da en el clavo Xurxo Mariño en otra de las lecturas recomendadas (‘Comunicar la ciencia, menuda historia’: “Si usted quiere participar como ciudadano en esta sociedad, debe conocer algunos detalles relacionados con los productos que la ciencia vierte en ella (…). También puede usted despreocuparse del asunto, ignorar el conocimiento científico y vivir como un feliz ignorante; al fin y al cabo, es lo que ocurre con la mayoría de ciudadanos (…)”.

Una de las iniciativas más interesantes de los últimos años ha nacido precisamente de un impulso ciudadano. Es Ciencia en el Parlamento. Siendo un auténtico caso de éxito y un caso digno de estudio de cómo la comunicación ha ayudado a su crecimiento y consolidación, Ciencia en el Parlamento ha terminado siendo una iniciativa profesional. De base ciudadana, sí, pero encabezada, sustentada y formada principalmente por científicos. Si la Encuesta de Percepción Social de la Ciencia preguntara a la ciudadanía si conoce Ciencia en el Parlamento, el porcentaje de negativas sería importante, sin duda. ¿Por qué? De nuevo, la capacidad para comunicar dentro del ámbito científico, cuando se da correctamente como es este caso, no siempre tiene traducción en la calle.

Por proponer una solución global de base, aunque llegarían tarde, una sugerencia personal es impregnar toda la ciencia institucional y empresarial de comunicación. Contar con comunicadores/periodistas/divulgadores en todas las ramas de una organización, y no sólo en los gabinetes de comunicación, o al menos fomentar que los profesionales de estos gabinetes estén siempre presentes en todo el escalafón del organismo para el que trabajan.

Hay que darle a la comunicación la importancia que merece, pero no de palabra, ni como una concesión, sino con hechos y con el convencimiento de que es una necesidad. Tanto la ciencia como la sociedad saldrán beneficiadas, como sugiere Xurxo Mariño al final de su texto: “La imaginación y la capacidad de trabajo que se requiere para hacer buena ciencia deben emplearse también para comunicar su filosofía y sus resultados”. Amén.

martes, 10 de diciembre de 2019

Aprendiendo sobre comunicación científica (11): modelos de cultura científica

Volvemos a la asignatura de Epistemiología de la ciencia para analizar la tesis que la doctora Marila Lázaro desarrolló y defendió en la UPV/EHU: 'Cultura científica y participación ciudadana en política socio-ambiental'. La idea es interpretar los diferentes conceptos que se han ido desarrollando para traducir el término 'cultura científica'. Ahí va:

Asignatura: Epistemiología. Tarea 5

El concepto global de cultura científica engloba diferentes formas de entenderlo. Una de las primeras es su asimilación a la alfabetización científica, cuyas raíces pueden ya observarse hace siglos. Se trata de una idea bastante unidireccional, en la que es la ciencia la que se dirige a la sociedad.

El concepto se fue desarrollando a lo largo del siglo XX, hasta que con el cambio de siglo empezó a tomarse en serio una reflexión que venía forjándose de atrás: ¿está teniendo éxito el traslado de la ciencia a la sociedad? Se asume que no, o como mínimo que este éxito es muy moderado y relativo. Entre otras conclusiones, parece que se subestima la complejidad de la relación entre ciencia y sociedad (obsérvese que se sigue citando en primer lugar el término ‘ciencia’ y en segundo lugar el término ‘sociedad’).

Una pequeña evolución de la alfabetización científica puede ser el término comprensión pública de la ciencia, que trata de aportar algo de bidireccionalidad a la cultura científica, dando más peso al que casi siempre se cita como mero receptor: el ciudadano. Si la alfabetización científica se había trasladado a un plano individual, cuando se supone que al hablar de cultura científica se habla de la sociedad, la comprensión pública de la ciencia trata de recuperar una visión más generalista.

¿Llega la ciencia a la calle? (Pixabay).


Otro paso más allá se da cuando se empieza a hablar de apropiación social de la ciencia. Quienes lo propugnan tratan de forjar una idea de cultura científica aplicable tanto al ciudadano como a la sociedad global. Al fin se idean y desarrollan procesos de participación ciudadana, muchos de los cuales tratan de generarse como procesos formativos. En el fondo, no se trata de enseñar la ciencia, ni siquiera de que se comprenda: las personas deben saber interpretarla, recurrir a ella, de forma consciente pero, incluso, de manera inconsciente. La idea es más aprehender la ciencia que aprenderla.

En todos estos conceptos de cultura científica tienen relevancia dos cuestiones satélite que van progresando a la vez que las definiciones tratan de acercarse a la ciudadanía para implicarla.
Por un lado, se ha ido llegando a la conclusión de que la relación entre conocimiento y actitud no tiene excesiva validez. Según se va modulando una idea más participativa, se comprende que la ignorancia no tiene por qué generar rechazo, así como los conocimientos no tienen que traducirse en aceptación per se.


Por otro lado, las encuestas que tratan de medir la percepción social de la ciencia y el grado de alfabetización/comprensión/apropiación comprenden que hace falta gestionar bien los indicadores que utilizan, evitando que éstos tengan un carácter más científico que social. Aún hay que saber exprimir la eficacia, eficiencia y utilidad de estas encuestas. Continuamos persiguiendo la interpretación más adecuada del término cultura científica. 

 

lunes, 9 de diciembre de 2019

Aprendiendo sobre comunicación científica (10): entrevista a Lluis Montoliu

Nueva tarea para el máster, ésta muy entretenida y gratificante. Entrevisto a Lluis Montoliu, más de 10 años después de hacerlo por primera vez (en Diario Médico), para la asignatura Introducción a la Comunicación Científica.
Si alguien llega al blog, seguro que esta entrada se lee más que las anteriores ;)

Aviso porsiaca: ya que se trata de un ejercicio de carácter formativo/docente, y se incluye en un blog personal, se agradece la no reproducción de esta entrevista en medios, webs, etc. Por supuesto, sí se puede difundir y citar con el enlace a esta entrada del blog, ya que su contenido es público. Tanto Lluis como yo estaremos encantados de su difusión en este sentido.

Mi consejo a los científicos jóvenes es: primero investiga, luego divulga”


Lluis Montoliu lleva 23 años trabajando en el Centro Nacional de Biotecnología (CNB), centro que pertenece al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), el mayor organismo público de investigación de España. También desarrolla su labor en el CIBER de Enfermedades raras (CIBERER) y en la Universidad Autónoma de Madrid. Es biólogo, comenzó trabajando en genética de plantas y ha dedicado la mayor parte de su carrera al estudio de la genética en ratones, investigando sobre herramientas como la transgénesis y el origen biológico de diversas enfermedades raras. Experto en técnicas de edición genética como CRISPR, siempre ha estado interesado en la comunicación y la divulgación, tareas que ha potenciado en la última década hasta convertirlas en una parte fundamental de su trabajo científico actual.

La entrevista, que es más una charla distendida, tiene lugar en su pequeño despacho del CNB, en uno de los pocos días que el investigador trabaja frente a su ordenador. Congresos científicos nacionales e internacionales, clases en la universidad, charlas divulgativas en colegios y actividades con asociaciones de pacientes ocupan buena parte de su día a día. Tras muchos años formando científicos y consolidando conocimientos, Montoliu puede ahora apoyarse en su equipo, en el que tiene absoluta confianza, y dedicar más tiempo a llegar a la sociedad. Entre otros muchos ejemplos, forma parte de la iniciativa Naukas y es socio de la Asociación de Comunicadores de Biotecnología (ComunicaBiotec). Su consejo es claro: “Primero investiga, después divulga”.

Un momento de la entrevista con Lluis Montoliu.


¿Cómo y cuándo te entró el gusanillo de la divulgación científica?

Siempre me ha gustado contar las cosas. Desde que empecé a trabajar en el CNB, hace 23 años, comencé a colaborar con medios de comunicación, aunque al principio de forma anecdótica. El punto de inflexión en mis actividades de comunicación y divulgación se produjo cuando empecé a colaborar con asociaciones de pacientes y me impliqué en los programas de formación de profesores de enseñanza secundaria de la Comunidad de Madrid. Ambas cosas me abrieron la puerta a explicar con otro lenguaje lo que hacíamos en el laboratorio. Me encanta y lo considero gratificante.

¿Qué canales prefieres para divulgar?

Me siento cómodo hablando. Me gustan las charlas, pero llegas a un público limitado. Las redes sociales amplían el horizonte; Twitteres mi preferida, una herramienta esencial para mí que me ha hecho cambiar mi seguimiento de trabajos científicos, además de mi labor en divulgación. Hay más medios y, por ejemplo, considero muy relevante el uso de vídeos.

Hay un boom de la divulgación científica. ¿Crees que realmente llega a la sociedad?

En muchas de las actividades que hacemos los divulgadores hay un grupo de personas, muy interesadas en ciencia y en el movimiento divulgativo, que se repite. Estamos llegando a una parte de la sociedad a la cual no llegábamos, pero no tengo claro que vayamos más allá; nos queda mucho por hacer y explorar. Como se dice de Mahoma, hay que ir a la montaña, a sitios donde la ciencia no está, y por ejemplo los institutos de secundaria son una muy buena diana. Creo que los alumnos de 4º de ESO [14-15 años] son ideales para conectar y lograr que, no todos pero sí alguno, desarrollen más interés por la ciencia.


"Si uno tiene el privilegio de tener  
conocimientos científicos, también  
tiene el deber de compartirlos"

¿Crees que ha cambiado en los últimos años el apoyo institucional a la divulgación científica?

Definitivamente sí. Las instituciones se han dado cuenta de que para medir el impacto de lo que hacen sus investigadores, comunicarlo y llegar a la sociedad les reporta muchos beneficios. Cada vez se promociona más la ciencia desde las instituciones que la hacen. Además, la divulgación está empezando a formar parte de las actividades por las que se evalúa a un científico. En el CSIC, donde yo trabajo, se me evalúa también por mis labores de divulgación. El último sexenio tecnológico puesto en marcha por el Ministerio de Ciencia, que está ahora en evaluación, incluye como aspecto clave las actividades de divulgación.

Comunicar y divulgar ciencia ¿debe ser una obligación para un científico, o sólo una recomendación?

Para mí es una necesidad, especialmente cuando uno trabaja en un centro público de investigación. Si uno tiene el privilegio de tener conocimientos científicos, tiene el deber de compartirlos. Pero recalco que cada uno debe compartir lo que sabe, no debe divulgar de lo que no sabe por el mero hecho de ser científico. No estamos capacitados para hablar de cualquier tema.


"Hay que contar la ciencia de forma honesta, 
explicando muy claro qué podemos hacer hoy día 
y qué no podemos, o no debemos, hacer aún"


¿Cuál es la relación entre la divulgación de la ciencia y la educación científica que tiene la sociedad?

Según el informe PISA no funcionamos muy bien en ciencia. También lleva años señalándolo la FECYT en sus encuestas sobre percepción social de la ciencia. Hay gente que sigue creyendo en las pseudociencias, por ejemplo, y son los profesionales quienes debemos luchar contra estas creencias. Por ejemplo, en terapia génica, se leen titulares que llevan a pensar que ya está disponible para casi todas las enfermedades y pacientes. Ya me gustaría que fuera así, pero no lo es. Hay que contar la ciencia de forma honesta. Cada vez tengo más relación con asociaciones de pacientes y siempre les explico muy claro qué podemos hacer hoy día y qué no podemos o no debemos todavía hacer.

¿Algún consejo o recomendación para los científicos jóvenes que quieren divulgar ciencia?

Muchos investigadores jóvenes se me acercan y me dicen ‘quiero ser como tú y divulgar’, y siempre les doy el mismo consejo: primero investiga y luego divulga. Creo que hay que divulgar, pero desde el conocimiento. Llevo 23 años trabajando en el CNB, con mucha gente que ha pasado por el laboratorio, y he acumulado con mis equipos mucho conocimiento que ahora podemos llevar a la sociedad. Pero antes hay que acumular este conocimiento. Puedes divulgar sobre el trabajo de otros, pero es más informar, comunicar… Si realmente quiere trasladar un mensaje a la sociedad, tienes que divulgar sobre lo que tú haces. Hay que tener en cuenta que, para sentirte cómodo en esta labor, primero hay que desarrollar mucho trabajo. La divulgación es una actividad natural que llega en su momento, después de haber invertido tiempo y trabajo suficiente en el tema de investigación que te ocupa.



PD: aprovecho y dejo otra entrevista que le hice a Lluis a principios de año, cuando trabajaba en Diario Médico:

- "CRISPR es poderoso y peligroso, puede ser bueno y malo, y su límite es sólo la imaginación"

sábado, 7 de diciembre de 2019

Aprendiendo sobre comunicación científica (9): análisis de gráficas

Turno para la asignatura de congresos y publicaciones científicas. Vamos a hablar un poco de gráficas.

Asignatura: Publicaciones y congresos científicos
Tarea 4.1: Análisis de gráficas

1.- 

Estudio (pinchar en el enlace): Mortalidad por complicaciones médicas y quirúrgicas, impacto de la crisis y gasto sanitario en España 2002-2013. Andreu Nolasco, Eva M. Vicent-Castelló, Pamela Pereyra-Zamora, Pablo Caballero-Pérez, Joaquín Moncho Gac. Sanit. 2019;33:504-10.

Gráfica (pinchar en el enlace). Figura 1Tasas estandarizadas de mortalidad (TEM) por edad por el método directo (por 100.000 habitantes), para los periodos 2002-2004, 2005-2007, 2008-2010 y 2011-2013, para España y agrupaciones de las comunidades autónomas según tercil de índice sintético de vulnerabilidad (ISV). IC95%: intervalo de confianza del 95%.

Gráfica en una revista especializada en salud pública, epidemiología y gestión sanitaria, órgano de expresión de una sociedad científica (Sociedad Española de Salud Pública y Administraciones Sanitarias, SESPAS).








He elegido una gráfica de líneas, que suelen utilizarse para reflejar una evolución de datos, en este caso tasas de mortalidad. En el eje X aparecen 4 periodos de años, y en el eje Y tasas de mortalidad por 100.000 habitantes. La información que el cruce de ambas ofrece incluye 4 grupos de personas, según su tercil de índice sintético de vulnerabilidad, por lo que se añade cierta complejidad a la gráfica (ya de por sí compleja debido a su contenido técnico). Estos 4 terciles se muestran con 4 líneas diferenciadas: una formada por puntos, otra por rayas, otra continua negra y una última continua gris.

El eje Y incluye información sobre tasas de mortalidad por habitante entre las cifras 0,35 (la menor, situada en el extremo inferior del eje) y 0,80 (la mayor, situada en el extremo superior). Al no tratarse de números enteros, y no incluir cifras 'sencillas' (de 0 a 1 ó de 1 a 10, por ejemplo), la interpretación de los datos puede no ser sencilla para el lector. En cuanto al eje X, divide 11 años en 4 periodos (2002-04, 2005-07, 2008-10 y 2011-13), por lo que el lector deberá comprender que no hay datos de años concretos, sino de trienios, una opción que de nuevo puede restar sencillez al gráfico.

La gráfica incorpora información explicativa en forma de texto numérico, añadiendo los intervalos de confianza en el cálculo de las tasas estandarizadas de mortalidad (eje Y), sumando un nuevo contenido a la gráfica y sumando complejidad a su interpretación. 

En definitiva, una gráfica poco sencilla, poco intuitiva a primera vista, que precisa de cierta formación y de lectura previa del texto, pero bien desarrollada para los expertos en la materia (se trata de una revista especializada, dirigida a profesionales, no en principio al público general).


2.- 


Información: Nota de prensa del Instituto Nacional de estadística (INE) sobre el último informe de Gastos y personal en actividades de I+D interna en España, año 2018.

Gráfica: gasto en I+D interna sobre el Producto Interior Bruto a precios de mercado (PIBpm) en las diferentes comunidades autónomas españolas. 



En este caso, se muestra una gráfica de barras/columnas (incluye también una línea), que suelen utilizarse para comparar datos entre diferentes segmentos. Aquí, gasto entre comunidades autónomas. Es una gráfica más sencilla que la anterior, tanto por la información en sí que ofrece, como por la inclusión de menos información.

Cada barra corresponde a una comunidad autónoma y a su inversión, en forma de porcentaje, en investigación como parte del total de su PIB. El orden, de izquierda a derecha como rige nuestro modo de lectura, viene definido por el porcentaje de inversión, de mayor a menor, de modo que a la izquierda se sitúa la barra de la comunidad autónoma con mayor porcentaje de inversión (País Vasco), y a la derecha la que menos (Islas Baleares). El orden de las barras es, de esta manera, decreciente, fácilmente comprensible para el lector. 

Hay que destacar un elemento extra en la gráfica, una línea que la recorre en horizontal (X) y que cruza todas las barras, para aportar el dato nacional de inversión. De esta manera, el lector puede observar de un solo golpe de vista si una comunidad autónoma invierte en investigación más o menos que la media de España. ¿El fallo? La gráfica no incluye el dato de qué significa esa línea horizontal con valor constante de 1,24. El lector que no esté familiarizado con este tipo de información puede no saber qué es esa línea que cruza toda la gráfica (ni el título incluye esta información, ni hay leyenda que la explique). Hay que ir al texto de la nota de prensa para entender que ese 1,24 es el porcentaje de inversión media en España.

Quitando esta falta, se trata de una gráfica bastante sencilla, ya que no incluye evolución de años (sólo se refiere el 2018), está claro qué barra corresponde a qué comunidad autónoma, y qué porcentaje va asociado a cada una de ellas (situado justo encima de cada barra). 

PD: Aunque no es objeto de esta tarea, no me resisto a señalar la baja inversión en investigación en España. Ese objetivo imposible del 2% del PIB para I+D+i no lo alcanza ni una sola comunidad autónoma (sólo País Vasco está siempre rondándolo). El dato nacional, ese 1,24%, apenas ha variado en los últimos años. Hace poco hablé en esta entrada sobre inversión pública. Mal seguimos, mal vamos

viernes, 6 de diciembre de 2019

Aprendiendo sobre comunicación científica (8): sobre la alfabetización científica

Vamos con otra entrada sobre alfabetización y cultura científica. Ésta es más entretenida que la anterior; no es una mera exposición, sino una reflexión sobre la relevancia de que la ciudadanía conozca, comprenda y sepa aplicar la ciencia. En el horizonte, la posibilidad de consolidar la ciencia ciudadana.

Este post se basa en el análisis de una parte de la tesis doctoral de Marila Lázaro en la UPV/EHU, 'Cultura científica y participación ciudadana en política socio-ambiental', que no puedo enlazar aquí al no haberla podido encontrar en la web.

Epistemología y cultura científica
Tarea 4b.- Redacción de opinión


Partimos del análisis de dos equiparaciones entrelazadas:

-         - Incremento de la cultura científica entendida como alfabetización = incremento de la actitud positiva hacia la ciencia.

-         - Actitud negativa hacia la ciencia = falta de cultura científica entendida como ignorancia.

Estoy absolutamente de acuerdo con que la cultura científica no debe restringirse a un mero conocimiento formal o teórico de conceptos, sino añadir la capacidad de comprenderlos y utilizarlos en el día a día. Ya hace más de un siglo, Dewey señalaba que ser científicamente culto “no sólo es saber más ciencia, sino también ‘practicar la ciencia’, llevarla a la vida diaria a través de la potenciación de las capacidades de los individuos para tomar decisiones y elegir cursos de acción”. 

Y, sin saberlo, ya jugaba con el concepto de ‘ciencia ciudadana’ que hoy manejamos, al defender “la alfabetización científica por medio de la incorporación de la ciencia a la experiencia humana mediante la educación y la política”, tal y como señala Marila Lázaro.

Sesgos, bulos, infoxicación...

Estoy más de acuerdo, o más seguro de estarlo, con la primera de las equiparaciones que propone la tarea: una ciudadanía con alfabetización y cultura científica será más proclive a tener una actitud positiva hacia la ciencia. Veo esto cierto, al menos, de forma teórica, sin incluir la interferencia de factores prácticos como los sesgos ideológicos, la infoxicación informativa, los bulos y la situación socioeconómica, por ejemplo. Por lo general, si una persona conoce la ciencia, la entiende y la aplica en su vida, se dará cuenta de que les es útil, por lo que tendrá una actitud positiva hacia ella.

La segunda equivalencia me genera alguna duda más, porque de entrada yo le daría la vuelta. La equivalencia no es tanto la propuesta (‘actitud negativa=falta de cultura científica e ignorancia’), sino la contraria (‘falta de cultura científica e ignorancia = actitud negativa’), ya que con este orden de factores tiene más sentido, por correspondencia, el análisis junto a la primera de las equivalencias propuestas. Siguiendo el razonamiento de esa primera equivalencia, una ciudadanía no alfabetizada e inculta científicamente tiene más papeletas para acercarse a una actitud negativa, aunque sólo sea por el miedo y reticencia al cambio y a lo nuevo que solemos tener los seres humanos.

En todo caso, veo más fácil de demostrar la equivalencia positiva (cultura y alfabetización=visión positiva) que la negativa (no alfabetización e incultura=visión negativa). ¿Por qué? Porque creo que la falta de cultura puede conducir también a no implicarse, a no formarse una idea propia, a ‘pasar’ de la ciencia sin plantearse si es buena o mala. Incluso alguien formado y educado puede interpretar que la ciencia no es puntualmente buena, como por ejemplo sucede con cuestiones polémicas como la energía nuclear o la inteligencia artificial.

"A mayor cultura científica, mayor desenvoltura social"

Algo similar a lo que pienso señalaba J. Miller en el texto de Lázaro: “La alfabetización científica cívica (civic scientific literacy) se puede conceptualizar como el nivel de comprensión de CyT necesario para funcionar como ciudadano en la sociedad actual, moderna e industrial”. A mayor cultura, mejor desenvoltura social, lo cual no puede interpretarse sino algo positivo. Si a ello se añade, como hizo el propio Miller años más tarde, “la capacidad de distinguir a la ciencia de la pseudociencia”, la cultura y la alfabetización suman puntos, acercando esa búsqueda de una ciencia con mayor interés y participación ciudadana.

Lázaro incide en estas ideas al señalar que los teóricos se fueron dando cuenta, al investigar sobre la divulgación y la cultura científica, de que el argumento cultural ganaba peso: aparecen “beneficios intelectuales, estéticos y morales”, por lo que “un mayor conocimiento científico redundará en un mayor estímulo para el goce intelectual y el bienestar social”.

Al leer a Lázaro, desde las primeras líneas uno piensa en las encuestas de percepción social de la Fecyt, que lógicamente aparecen citadas en las últimas páginas de su texto. La Fecyt es heredera de aquellos primeros “trabajos sobre conceptualización y medida del conocimiento científico del público”, que arrancaron y se consolidaron a partir de los años 80 del pasado siglo. Frente a lo positivo de estas iniciativas, nos sigue quedando la duda de si realmente avanzamos en alfabetización social y cultura científica. 

Uno de los gráficos de la última encuesta de percepción social de la ciencia de la Fecyt.


Miller, en 2002, ya decía que “el diagnóstico de todas formas estaba claro, aunque en crecimiento, estos niveles eran demasiado bajos para los requerimientos de una sociedad democrática marcada por los desarrollos de la CyT”. ¿Hemos avanzado desde entonces? Las encuestas de la Fecyt ofrecen una leve tendencia a mejor, pero poco significativa quizás.

Con el cambio de siglo, ganó peso un concepto importante: el problema de la falta de alfabetización, cultura e interés científico no es sólo del público. Aunque es una teoría que ya se había dejado caer antes, en las dos últimas décadas está quedando claro que es un proceso a cuatro bandas “ciencia/instituciones/expertos/diferentes públicos”.

Tener la ciencia a mano

Para manejar ambas equivalencias propuestas, me han parecido muy interesantes varios conceptos que cita Lázaro en su texto, especialmente dos: el término cultura científica significativa y apropiación social de la ciencia. Ambos parecen relacionados y ponen nombre a la idea ya antes comentada: el cuidado tiene que saber valerse de la ciencia, hacerla suya, llevarla en el bolso y la cartera, para entendernos, y poder echar mano de ella cuando la vida lo requiera. 

Lo resume bien Lázaro: “La adquisición de cultura científica por los individuos debe tener una incidencia en la vida de las personas, generando pautas y disposiciones comportamentales en el desempeño de éstas como consumidores, profesionales, usuarios de sistemas de salud, o en su relación con el ambiente”.

Para terminar, una última reflexión de Lázaro que considera interesante para discutir las dos equivalencias: “Una persona sin un saber enciclopédico puede sin embargo integrar y explotar críticamente la información que recibe sobre CyT”. No consiste en aplicar literalmente ese clásico ‘el saber no ocupa lugar’ para llenarse la cabeza de conceptos teóricos, sino en tener la capacidad de extraer de la ciencia lo que más necesitemos y nos interese. Para ello hay que conocerla y comprenderla, y esto nos llevará a la idea de ‘significativa’, sabiendo aplicar la ciencia en su justa medida, según nuestro entorno nos lo reclame.

jueves, 5 de diciembre de 2019

Aprendiendo sobre comunicación científica (7): búsqueda web de definiciones de cultura científica

Otro post para @Culturacienti: a vueltas con las cultura científica, la alfabetización y la ciencia ciudadana.

Epistemología y cultura científica
Tarea 4a.- Búsqueda en Webs

Tras realizar varias búsquedas e indagar bastante (al buscar 'cultura científica', incluso al añadirle 'definición' o 'concepto', no aparecen muchas entradas que incluyan una definición), he seleccionado estas tres (he omitido documentos en inglés):

1.- Estudios de cultura científica en América Latina. Publicado por Leonardo Silvio Vaccarezza  en la Revista Redes, vol. 30, nº 30, Buenos Aires, pp 75-103, en diciembre de 2009.

http://www.unq.edu.ar/advf/documentos/58c2fbf16a174.pdf

"El significado más institucionalizado, especialmente en el campo de la política y gestión de la ciencia y la tecnología, hace referencia a la percepción pública como la combinación entre comprensión de hechos científicos y actitudes hacia la ciencia y la tecnología, dando lugar a una tradición de estudios empíricos basados en técnicas cuantitativas".


2.- Publicación 'Cultura científica, participación social y desarrollo', publicado por el Centro de Formación de la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECID) y el Servicio de Documentación y Biblioteca del Centro Iberoamericano de Formación, en colaboración con la Embajada de Guatemala en España ('Cultura científica, participación social y desarrollo: del 30 de mayo al 3 de junio de 2005 / AECID- , OEI- La Antigua: Centro da Formación, 2005').

http://lanic.utexas.edu/project/laoap/cif/cif000035.pdf

"Entendemos por cultura científica el conjunto de prácticas, metodologías, información y conocimientos, percepciones y vinculaciones aplicativas que se asimilan y cultivan en la generación de conocimientos y en la interacción con los distintos actores sociales".
(No está referenciado el autor u origen de la definición, pero entiendo que nos vale para la tarea)


3.- Sociedad Española de Bioquímica y Biología Molecular (SEBBM). 'Las tres ramas de la divulgación científica', publicado en abril de 2011 por José Antonio López. DOI: http://dx.doi.org/10.18567/sebbmdiv_RPC.2011.04.1

https://www.sebbm.es/web/es/divulgacion/rincon-profesor-ciencias/articulos-divulgacion-cientifica/300-las-tres-ramas-de-la-cultura-cientifica

"Conjunto de conocimientos no especializados de las diversas ramas del saber científico que permiten desarrollar un juicio crítico sobre las mismas y que idealmente poseería cualquier persona educada".