lunes, 11 de noviembre de 2019

Periodismo, o cómo saber encubrir la ignorancia

El título de este post puede llevar a engaño. No es una crítica a la profesión, ni a los periodistas, ni nada que se le parezca. Es hasta un halago a una práctica que, sin ser ideal, es una realidad y, al menos en mi caso, ha sido una constante periódica a lo largo de mi carrera (ya son 15 años): hay que saber disimular la ignorancia y la falta de conocimientos, y publicar cosas de forma correcta sin tener ni puñetera idea (o poca idea, por no exagerar) de lo que hablas.

Como comentaba el otro día en una conversación de twitter, lo que voy a contar no es para sentirse orgulloso, pero tampoco para denostarse ni amilanarse. Hablo por mí mismo, pero creo que es algo común a los periodistas: muchas veces escribimos de lo que ignoramos o, al menos, de lo que sabemos poco. ¿Qué sucede entonces? Que, si vales para esto y tienes cierta experiencia, morro y saber hacer, sales del paso. Escribes una noticia, reportaje o similares y consigues hacer ver o creer a los lectores que manejas perfectamente el tema que estás tratando cuando, en realidad, sólo has logrado escribir sin meter la pata, incluso dejando buenas sensaciones, sobre algo que no controlas. Y conseguir esto no es poco, ni sencillo. Quien lo hace, respetando las normas del periodismo -no vale mentir ni engañar-, puede considerarse buen periodista.



No es vanidad, sino crudo realismo. Por mucho que te especialices, y salvo que te dediques a escribir exclusivamente de un ámbito en el que seas un gran experto, es imposible saber de todo lo que haces. Imposible no, pero casi: la formación del periodista suele ser muy general, con una especialización que da gradualmente la propia experiencia, y la falta de tiempo y recursos hace el resto: es bastante común que te toque escribir sobre algo que te suena a chino o, cuando menos, a castellano antiguo. Por supuesto, siempre hay periodistas que, bien porque tienen otro tipo de formación (no, no hay que estudiar Periodismo para ser buen periodista), bien porque la adquieren sobre la marcha, pisan más sobre seguro al escribir. Bravo por ellos: todos ganamos si es así.

Pero esto no siempre pasa y, de hecho, pasa poco, más aún con la precariedad que caracteriza a la profesión hoy día. En periodismo científico y sanitario, como seguro que en otros, sucede bastante lo contrario. Valga mi ejemplo, que quizá no sirva para generalizar, pero sí para poner un ejemplo relativamente común. Acabas una carrera con contenidos prescindibles, falto de prácticas y con la lógica inexperiencia, y tienes la suerte de encontrar trabajo en la redacción de un medio generalista o especializado. Casi de un día para otro, y con ayuda de los compañeros y de tu empuje, en poco tiempo te ves escribiendo, o intentándolo, sobre un congreso de neurodegeneración, un paper sobre genética y cáncer o una reunión política sobre la cartera de servicios del sistema sanitario.

Si eres prudente, te dejas aconsejar, tratas de no ir de guay y tienes cierta madera, sabrás defenderte. Esto no quiere decir que sepas sobre oncogenes, financiación de fármacos o guardias MIR, pero sí quiere decir que sabrás hacer creer que sabes de ello. Alguien puede pensar que esto es engañar al lector y engañarte a ti mismo. Yo creo que no: si eres consciente de tus limitaciones evitarás lo segundo, y si trabajas con ética y humildad, lo primero. Los periodistas tenemos que saber cosas, pero también aparentar que las sabemos.



Lógicamente, cuanta más experiencia acumulas, menos se da esta realidad de enmascarar la ignorancia o la falta de conocimientos. Pero, por mucho que aprendas, siempre te encontrarás con algo nuevo que no controles, y que te exija esta labor de salvar los muebles (a veces con nota). En cierto modo, siempre que tires de vocación, ganas y cualidades, es hasta bueno seguir salvando estas circunstancias a lo largo de tu vida de periodista.

Salir airoso de un congreso americano de oncología, una entrevista a un premio Nobel, un Consejo Interterritorial de Sanidad o un Nature endemoniadamente complejo, cuando te falta la experiencia, los recursos y el tiempo, es para sentirse satisfecho. Quizá lo hagas con dudas y sin sentirte cómodo, pero si el resultado es satisfactorio, si manteniendo la ética, la rigurosidad y la transparencia has conseguido hacer creer a tus jefes, tus compañeros y al lector que sabes de lo que hablas, es que has hecho bien tu trabajo. Aunque no sea lo ideal, porque casi nunca se sabe de todo, y pocas veces se sabe mucho. Ya lo dice el viejo dicho del periodista: "Manejo un océano de conocimientos...con un centímetro de profundidad".

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