lunes, 2 de diciembre de 2019

Aprendiendo sobre comunicación científica (5): análisis de un texto sobre epistemiología, filosofía y ética

De nuevo, entrada protagonizada por un ejercicio para @culturaCienti. Toca epistemiología, filosofía, bioética...

Asignatura: Epistemiología y cultura científica
Tarea 3. Explicación Texto (Sober)

El texto de Elliott Sober 'El significado de la causalidad genética' es algo técnico y requiere de ciertos conocimientos sobre genética y biología para ser perfectamente comprendido. Aun así, es una buena base para aproximarse a las posibilidades que tiene el hombre para utilizar la modificación genética para unos y otros fines en relación con los conflictos científicos y éticos que ésta puede conllevar. Aunque no sea sencillo de comprender, hace pensar, lleva a hacerse preguntas y puede ser un anzuelo para que gente interesada siga leyendo e informándose al respecto.

Un ejemplo. Las cuatro preguntas que se hace Sober ("¿Contribuyen los genes causalmente al rasgo? ¿Cuánto contribuyen los genes, en relación con el entorno, al rasgo? ¿Qué genes contribuyen a un rasgo? ¿Cómo contribuyen dichos genes a ese rasgo?") me han hecho pensar mucho, ya que de un debate que parecía muy acotado, su visión científica y epistemiológica aporta numerosas aristas que conocer y considerar. Y un detalle más del texto, que me ha parecido el más interesante para acercar a la sociedad: cómo la modificación genética puede hacernos pasar del debate enfermedad-salud al debate salud-salud/súpersalud.

Como sugieres, Jon, en la explicación de la tarea, podría bastar "una idea vaga e intuitiva" para tomar partido ante las posibilidades que la modificación genética plantea. Bien por 'miedo o respeto' a los avances tecnológicos o científicos, bien por inclinaciones morales e incluso religiosas, bien por aferrarse al principio de prudencia, cabría desconfiar antes de buscar más información. En la otra cara de la moneda (la que más me representa), bien por confianza en la ciencia y quien la ejecuta, bien por progresismo ideológico, bien por mera curiosidad y deseo, cabría avalar de entrada las prácticas sobre las que habla Sober. Pero, en ambos casos, carecer de formación científica, obviar la interpretación epistemológica, filosófica y ética de la ciencia, y lanzarse a una opinión sin valorar las consecuencias, conduciría a un posicionamiento demasiado frágil.

(De Elliott Sober: el significado de la causalidad genética) 


Si confiamos en extender ese concepto tan perseguido, la ciencia ciudadana, hay que aspirar a que la sociedad comprenda y participe de este tipo de debates. Personalmente creo que textos relativamente técnicos como éste quizá no ayuden per se, pero ahí está la labor de la comunicación y la divulgación científica para intentar trasladar y traducir el debate. Yo ya tenía una opinión previa medianamente formada al respecto, ya que llevo bastantes años como periodista científico y sanitario, la genética no me es desconocida y manejo cierta información sobre bioética. El texto de Sober sí me ha aportado algo de luz, pero no ha hecho que cambie mi opinión: hay que tener prudencia, fomentar el debate científico y ético, impulsar regulaciones que satisfagan a la mayoría de la comunidad científica y favorecer un conocimiento social que ensanche la educación y el debate social.

En cuestiones de modificación genética en animales y humanos, y su consiguiente debate, tengo dos científicos de referencia: Lluis Montoliu e Íñigo de Miguel, a los que leo, sigo y escucho cuanto puedo. Tengo la suerte de conocerles y haber charlado con ellos de estas cosas, profesional y personalmente. También he leído bastante sobre el tema en foros como Naukas, y sigo y conozco a periodistas y comunicadores, como Ángela Bernardo (biotecnóloga de formación), que suelen tratar con rigor este tipo de cuestiones. Leo también ocasionalmente a Antonio Regalado, editor del MIT Technology review, y he escuchado mucho a juristas como Pilar Nicolás. Todos ellos tratan en los últimos años uno de los mayores avances básicos en lo que va de siglo, la tecnología CRISPR de edición genética, que me parece un caso paradigmático del debate científico, ético y social que nos ocupa. Además, es una herramientas con unas grandes posibilidades de divulgación, algo que la está acercando -levemente- al conocimiento social.

Imagen de la entrevista que le hice al investigador Lluis Montoliu, cuando trabajaba en Diario Médico, tras la publicación de su libro sobre edición genética centrado en CRISPR. Estas herramientas son el paradigma de debate científico, ético y social, y  una gran oportunidad de acercar la discusión a la sociedad.


En casos de controversia científica y social, con posibles decisiones políticas y regulatorias de fondo, debe primar la razón antes que las emociones. Esto quiere decir que hay que utilizar la ciencia, que no debe quedar en la comunidad científica, sino calar en la sociedad. ¿Es la epistemiología una de las vías? Sin duda que tiene su papel, pero es una disciplina que precisa de la ayuda de la comunicación científica para aportar en el debate. Científicos, filósofos, bioéticos, sociólogos... Todos deben aportar, pero si queremos que la sociedad colabore en el debate, o al menos esté al tanto de avances que pueden modificarla, hay que saber traducir y comunicar la ciencia.

Una última idea. Es básico disponer de pensamiento crítico. Dudar. Saber y poder razones. En una época de infoxicación y de avalancha de datos y opiniones, estamos perdiendo la capacidad de filtrar, de pensar, de pararnos e intentar ir más allá de lo que nos dicen o 'venden'. Aquí la epistemiología puede tener, si la comunicación científica es capaz de acercarla al profesional y al público, bastante que decir. Un debate ético, además, implica disponer de esta capacidad de pensar y razonar.

Creo que los centros de investigación, las universidades, las empresas, las Administraciones, deben contar con profesionales capaces de conducir este debate, hacerlo asumible para los propios profesionales y, sobre todo, para los ciudadanos. Y no hablo de los científicos, en todas sus formas y disciplinas, que por supuesto también, sino de los expertos en comunicación. Sin ellos (periodistas, comunicadores, divulgadores...), parte de la batalla está perdida de entrada. La modificación genética, y tantos otros debates, se quedarán entre cuatro paredes, en su torre de marfil, sin llegar a una sociedad necesitada de asideros científicos cercanos y comprensibles a los que agarrarse y en los que confiar. Como concluye Sober, "para bien o para mal, tendremos la capacidad de cambiar la variación genética humana". Si no conseguimos explicar y hacer comprender las consecuencias que ello puede tener (las buenas y las malas), mala labor estamos haciendo.


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