Asignatura: Epistemiología de la ciencia
Tarea 2. redacción texto ciencia
Tal y como encomienda la tarea, escribo a bote pronto y sin elaborar.
Confío en
la ciencia. No me sería fácil explicar el por qué. Es cierto que lo primero de
lo que uno suele fiarse es de sus sentidos, recurriendo al clásico "si no
lo veo, no lo creo", algo no demasiado fiable, tal y como explica Chalmers
en su texto '¿Qué es esa cosa llamada ciencia?'. La individualidad y las
interpretaciones entran en juego.
Confío en la razón. Sobre todo, creo en
el espíritu crítico, en la duda, en la capacidad de desconfiar, en las mentes
abiertas, en equilibrar siempre las emociones con la razón. Todo esto me ayuda
a confiar en la ciencia, en la que creo porque supongo que es la mejor manera
de explicar la vida. No la más sencilla ni complaciente, que para eso están la fe y la religión, pero no puedo sentirme más alejado de ambas.
Además, la ciencia me divierte, me entretiene y me
sorprende, también buenas razones para sentirme atraído por ella. También
confío en la ciencia porque se contrapone a las meras creencias. Porque puede
discutir y rebatir los dogmas de fe. Porque es un arma para la cultura social.
Porque me ofrece asideros para lo que no puedo entender, lo que implica tener
confianza en quienes dan por válido algo que yo no puedo explicar, pero al
mismo tiempo deja la rendija abierta a cambiar de opinión cuando yo mismo, o
los científicos de quien me fío, me digan que lo que antes se creía A ahora es
B. Dar algo por seguro sabiendo que podría cambiar no es fácil, pero es bonito,
y es ciencia. Fiarse de la comunidad científica contraviene nuestra individualidad, pero es bueno.
La confianza en la ciencia llega también, claro, por razones
más mundanas. Arregla problemas. Facilita soluciones. Cura enfermedades. Y
no sólo eso: también promete. Pese a que esta promesa pueda acercarnos a la fe,
la ciencia se puede permitir prometer cosas apelando a la razón y la lógica,
porque se base en ese asidero aceptado por la mayor parte de la sociedad que
nos explica la vida, al menos en parte. Me gusta la ciencia porque está
llena de interrogantes, y los interrogantes, aunque a veces molestos, dan mucho
juego. Ayudan a avanzar, y esto es más fácil cuando, por experiencia, sabes que
la ciencia dará algunas respuestas.
Lo
complicado de la ciencia es regularla, ponerle límites, barreras o normas. En parte, porque no siempre es fácil
comprenderla, y porque debe adaptarse a principios socialmente aceptados como
la política, la ética y los intereses. Jon Umérez, en su 'Epistemiología entre
la ciencia y la ética', dice: "Muchas veces discutimos si se debe o
no se debe hacer X (permitir X), cuando lo difícil es comprender y evaluar qué
es X". La base de la ciencia podría solucionar la última parte de la
frase, pero su convivencia con la política, la ética, las emociones, la
economía, etc., abren la puerta a que se dé la primera. La necesidad de acoplar la ciencia
a nuestro día a día, individual y social, es otro de sus encantos, tan
problemático como apasionante.
Otro punto a favor de la ciencia es que nos empuja a ir más allá. Nunca comprenderemos todo, y siempre desarrollaremos nuevas herramientas y conceptos para intentarlo. En parte por esta razón, a veces nos pasa eso que dice Jon de "se está discutiendo en demasía el deber hacer" de aplicaciones que seguimos (y seguiremos) sin poder hacer".
La ciencia, como también recuerda Jon, puede hacernos arrogantes, pero sólo cuando la entendemos mal. Bien entendida, la ciencia nos hace más humildes, por mucho que el hombre sea poco tendente a ello. Una razón más para quererla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario