jueves, 28 de noviembre de 2019

Aprendiendo sobre comunicación científica (1): ciencia y sociedad con Jimmy Wales y Neil DeGrasse Tyson

¡Saludos! El blog, que en los últimos meses trato de resucitar, va a cambiar bastante de cara en las próximas semanas, y va a recibir un buen impulso, aunque pierda transitoriamente su esencia. Voy a utilizarlo para incluir como entradas diversos trabajos que me encomiendan en el Título de Experto en Comunicación de la Ciencia que estoy cursando online, que es parte del Master de Cultura y Comunicación Científica de la UPV y la UPNA.


Asignatura: Introducción a la Comunicación Científica
Tarea: Intro Comunicación Científica. tarea 2.1. Texto de valoración


La educación informal es un importante complemento para la educación que se recibe en el ámbito escolar (y familiar), pero tenemos un problema de base con la relación entre la educación formal y las herramientas necesarias para desarrollar una buena comprensión científica. 

Más allá de lo presente o no que pueda estar la ciencia en los temarios escolares, y del entorno de educación informal que puedan tener los niños y adolescentes, apenas se nos forma en algo que destacan directamente Jimmy Wales e indirectamente Neil DeGrasse Tyson en los vídeos visualizados: el razonamiento lógico y el espíritu crítico.




DeGrasse Tyson lamenta que la educación no favorezca lo suficiente la necesaria creatividad infantil, a lo que se suma en entorno poco favorable a impulsar su natural curiosidad, algo que unido a la citada falta de espíritu crítico, puede dificultar no sólo el interés por la ciencia, sino la toma de decisiones en el mundo adulto. 

Tanto DeGrasse Tyson como Wales se muestran preocupados por las herramientas que otorgamos a las nuevas generaciones para manejar, procesar y cribar información, unas capacidades fundamentales para encarar la comunicación científica. Como señala Wales, esto es ahora incluso más importante en la era de Internet, las redes sociales, la avalancha de conocimientos y las amenazas de la infoxicación y de los mitos y bulos científicos.

DeGrasse Tyson pide “entrenar a la gente para pensar” y considera que es un modo de empoderar a las personas (algo que, por cierto, podría redundar en un fomento de la ciencia ciudadana que perseguimos). “No debemos ahogar la creatividad ni la curiosidad en los niños, porque, si lo hacemos, de adolescente nos dará igual el mundo”. A menor educación, curiosidad, creatividad y espíritu crítico, menores posibilidades de interés y empatía científica. 




Wales, por su parte, coincide en esta línea: “En ciencia y periodismo hay procesos para revisar y comprobar la información, y algo parecido hay que enseñar a la gente joven, para que puedan ser competentes con los datos que les aporta Internet”. Si queremos acercar a los niños y jóvenes a la ciencia, deben tener armas para sentirse interesados, comprenderla y aprovecharla. 

En definitiva, ambos coinciden en la necesidad de complementar la educación formal, que es mejorable y no cubre todos los espectros que caracterizan el S.XXI, con una educación informal que facilite herramientas para el razonamiento crítico, la duda, la curiosidad y la creatividad. El interés por la ciencia, y la capacidad de ofrecer una buena comunicación científica, se beneficiarían de ello, facilitando además el camino hacia todas las aristas de la divulgación que cita el libro de Agustín Vivas (espíritu crítico, transformación social, impulso formativo, transferencia científica…). 

Como hemos leído en la información aportada por Marta Fallola, comunicadora científica y responsable del Servicio de Difusión de la Cultura Científica de la Universidad de Extremadura, citando al periodista científico Manuel Calvo Hernando, "la actividad de la divulgación de la ciencia es una de las que más creatividad e imaginación exige a sus cultivadores". Si capamos estos instintos infantiles, y no aportamos luego herramientas para desarrollarlos, será más difícil que triunfe la buena divulgación científica.

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