viernes, 28 de febrero de 2020

Aprendiendo sobre comunicación científica (39): filosofía de la ciencia, Programa Fuerte y Sokal

Ya queda menos para que el blog escape de las garras del (trozo de) Máster de Cultura Científica que me estoy metiendo entre pecho y espalda. Seguimos con filosofía de la ciencia y, en esta entrada, voy a desvariar un poco sobre el Programa Fuerte, una corriente de pensamiento que trató de explicar de forma sociológica las creencias científicas, y sobre el escándalo Sokal, que sacudió los principios de los controles para la publicación de estudios científicos.


Principio de simetría


En concreto, la tarea pide comentar en primer lugar las consecuencias del Principio de Simetría, uno de los cuatro principios básicos del Programa Fuerte (junto a causalidad, imparcialidad y reflexividad). Según el Principio de Simetría, las causas sociológicas deberían explicar tanto el conocimiento falso como el verdadero, una lectura que trata de superar creencias previas según las cuales la sociología sólo podría explicar la ciencia falsa o errónea.

David Bloor, uno de los impulsores
del Programa Fuerte


Es Principio de Simetría, impulsado en el Programa Fuerte por sociólogos y filósofos como David Bloor, busca imbuir de sociología toda la ciencia, algo razonable partiendo de que la ciencia la hace el hombre y la hace en sociedad y como parte de una comunidad científica (según las tesis de Merton), con todo lo que ello conlleva.

Veo un problema, y es el hecho de que este principio duda de la ciencia 'pura', natural, independiente del contexto social que la rodea, pero no hace lo propio con el concepto de sociología, que también es a su vez un concepto social. Dicho de otra manera, se aplica un constructivismo comprensible a la ciencia, pero éste no se aplica a la sociología.

El Programa Fuerte, que arrinconaba la filosofía de la ciencia por carente de sentido (como explica Dieguez), tiene en su Principio de Simetría una baza difícil de negar: la ciencia no puede explicarse por sí misma. Pero llevar al límite la creencia de que la sociología determina plenamente la ciencia llevaría a pensar que los principios científicos más básicos sólo existen en sociedad, o según las creencias sociales de una época, algo que no parece fácil de defender. ¿Nada tiene evidencia propia, entonces?

Como explica Dieguez, la evolución radical del Programa Fuerte y su Principio de Simetría lleva a pensar no que la sociedad influye a la ciencia, sino que la sociedad es la ciencia; en otras palabras, los factores sociales no influyen desde fuera, sino que construyen desde cero la propia ciencia. Prefiero quedarme con las ideas del Programa Fuerte Original, según las cuales la propia naturaleza tiene una influencia no desdeñable en la construcción de la ciencia y sus conceptos, más allá de las influencias  sociológicas.


El engaño Sokal


La segunda tarea trata el conocido escándalo Sokal, el engaño que llevó a cabo el físico Alan Sokal en 1996 al 'colar' en una revista de humanidades, Social Text, un estudio inventado en el que postulaba y concluía, sin ningún sentido científico y mediante burdas reflexiones, que la gravedad cuántica era una creación social.

El engaño de Sokal llevó a un término ridículo algunos de los postulados del relativismo y renovó el debate en torno a las dos culturas, al unir de forma pseudocientífica la ciencia más pura con la sociología. En una época en que se trataba de acercar la cultura científica a terrenos tradicionalmente dominados por las humanidades, Sokal desafió la seguridad y la ética del método científico, logrando que un estudio falso y descabellado pasara la criba de una revista.

No hace tanto tiempo de aquello. No es, desde luego, el único caso en el que una investigación con base científica errónea, o directamente sin ella, se cuela en publicaciones oficiales, pero al hacerlo adrede Sokal demostró que los límites de la publicación científica se pueden transgredir fácilmente. Llevando el tema hasta nuestros días, el engaño Sokal podría producirse de nuevo, aunque ahora la comunidad científica tiene más armas y canales para desmontar posibles fraudes.

La ciencia trata de autoregularse. Igual que el falso artículo de Wakefield sobre vacunas y autismo pasó los filtros y luego se retiró, las revistas y los científicos siguen retractándose de algunas publicaciones. La era digital facilita que la propia comunidad científica localice rápidamente y pida la subsanación de errores, en una suerte de revisión por pares fuera del circuito oficial, como ha sucedido recientemente con algunas investigaciones en torno a la herramienta CRISPR de edición genética, corregidas gracias a la labor altruista de otros científicos.
El físico Alan Sokal.


A la pregunta de si hay falta de criterio o rigor científico en la comunidad académica actual, como en casi tantas otras ocasiones quizá no se puede generalizar. El debate en torno al modelo de publicación científica es uno de los más destacados hoy día, e incluye la posibilidad de mejorar la autoevaluación y autoregulación a la que la ciencia se somete. Cabe citar que bajar el listón de la calidad en publicaciones puede generar beneficios a muchos de los agentes implicados en el proceso, por mucho que dañe a la ciencia en sí.

En el caso del escándalo Sokal, por ejemplo, la revista en la que publicó su farsa no hacía revisión por pares, y tenía cierta política de flexibilizar las normas de publicación para tratar de favorecer la libertad creativa. Esto, mal entendido, puede suponer un coladero y un abono para otro de los grandes problemas actuales, el crecimiento de las llamadas predatory journals. Por no olvidar que la comunidad científica vive inmersa en una cultura de 'publish or perish' que puede facilitar la laxitud de la vigilancia científica y el auge de los conflictos de interés, los fraudes o, sencillamente, la ciencia de poca calidad.

Intereses va a haber siempre en la ciencia. El proceso de publicación, revisión y validación no es perfecto, ni lo será siempre. El open access y la ciencia abierta, y el concepto de Investigación e Innovación Responsable (RRI), por ejemplo, están llegando para aportar nuevos factores a la ecuación. En todo caso, el rigor y los principios tienen un contenido social y sociológico que trata de adaptarse a una de las bases de la ciencia y su método, la reproducibilidad, algo que no se da con todos los estudios publicados.

Hay problemas añadidos. No se trata sólo de vigilar mejor qué se publica, sino de hablar de lo que no se publica, por ejemplo. Las grandes revistas y parte de la comunidad científica prefieren enterrar debajo de la alfombra los resultados negativos obtenidos en las investigaciones, generando vacíos en el método científico y ocultando información útil para el progreso de la ciencia y su transparencia.

La era digital está derribando fronteras. Aun sin ser parte del circuito oficial, Internet y las redes sociales facilitan un circuito oficioso en el que la comunidad científica comparte estudios previos, datos iniciales, reflexiones pre y post publicación... La información se amplía, igual que los canales para garantizar un mayor rigor. La otra cara de la moneda es que esto puede generar más ruido e infoxicación, dificultando la criba de estudios correctos.

Por último, los principios y el rigor tienen en la ética científica uno de sus mayores exponentes con lectura sociológica. La bioética tiene mucho, si no todo, de constructo social, y está emparentada con reflexiones sociológicas, filosóficas, morales y legales. Vivimos una época, como tantas antes, de ruptura de principios considerados éticos, con el ejemplo de los CRISPR babies como uno de los más destacados últimamente. Es un buen punto de partida para introducir en el debate cómo la ciencia 'bien hecha' también puede desencadenar la crítica interna, generando conflictos éticos y hasta legales.


Forges, gran intérprete de la ciencia. 

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